domingo, 18 de julio de 2010

La viuda alegre de Ernest Lubitsch (1934)

En una cuidad llamada Marsovia reside Sonia (Jeanette MacDonald), la viuda mas rica de todo el reino. Su rostro oculto bajo un velo negro llama la atención de nada más y nada menos que de Danilo (Maurice Chevalier), el galán por el que todas las chicas están coladas. Aficionado a las noches de diversión con las mujeres más bellas, decide trepar el muro de la casa de la viuda. Tras ese encuentro ambos quedan enamorados, y la viuda recobra las ganas de vivir tras la trágica muerte de su anterior marido. Sin embargo, comete un error: echar a Danilo de su jardín. Harta de esperar a que el amor llame de nuevo a su puerta, decide irse a Paris y con ella se llevará toda su fortuna dejando al reino de Marsovia en la estacada. Por ello, el rey manda a su mejor soldado a París para que conquiste a la viuda y la traiga de nuevo a sus tierras evitando así que la cuidad caiga en la mas miserable ruina. Casualidades de la vida, ese soldado resulta ser Danilo.

Todos estos elementos aderezados por el toque mágico que Ernest Lubitsch da a sus películas, convierte esta adaptación de la opereta de Franz Lehar en el primer musical de éxito. A partir de 1927 y de la aparición del sonido en el cine, todos los cineastas querían impresionar al público utilizando esta nueva técnica. Pero hay que decir que la primera aportación del sonido al cine fue empobrecerlo. Todos querían innovar y dejaron de lado las buenas historias centrándose en la perfección del sonido. Tanta fue la saturación del publico que el termino “musical” para las películas era peyorativo.

Ya desde El ángel azul del alemán Joseph Von Stenberg, las canciones de los musicales cumplían una función narrativa describiendo al espectador el estado de animo del personaje. Mas adelante esto ira un poco mas allá y en los musicales de los 50 el protagonista no solo cantaba una cantaba una canción cuando estaba alegre y enamorado sino que también lo demostraba con su cuerpo como, por ejemplo, Fred Astaire en Bodas Reales de Stanley Donen, en donde el actor anda por las paredes y por el techo de una habitación en una memorable secuencia.

Se han de destacar las escenas de bailes en la embajada parisina. Los armoniosos pasos y lujosos trajes y decorados hacen que no puedas quitar la mirada de la pantalla.

Sin duda el rey de la comedia con magníficos gags, un ritmo acelerado en los diálogos, unos silencios que lo dicen todo y el encanto del cine en blanco y negro. Con este espíritu de que la vida siempre te da otra oportunidad, yo me quedo con una frase: una viuda alegre no se hace vieja.





No hay comentarios:

Publicar un comentario