martes, 13 de julio de 2010

Mi vida sin mi de Isabel Coixet (2003)

Ann (Sarah Polley) es una joven de 23 años que vive en una caravana junto a su marido Don (Scott Speedman) y sus dos hijas pequeñas. Trabaja como limpiadora por las noches y la relación con su madre (Deborah Harris) no es precisamente buena. Su vida se caracteriza por la estabilidad y la rutina, hasta que un día le diagnostican cáncer. Decide no contárselo a nadie y a partir de ese momento, la concepción que tenia de la vida cambia radicalmente. Con tan solo dos meses por delante, Ann hace una lista de cosas que quiere hacer antes de dejar este mundo y descubre un placer por la vida antes no conocido. Como cualquier persona en su situación quiere dejar todos los cabos de su vida atados. Se preocupa por encontrar a una mujer para que su marido y sus hijas no se queden solos, graba cintas para todos los cumpleaños de sus hijas hasta que cumplan los 18 y se propone enamorar a un hombre (Mark Ruffalo). Afortunadamente, lo consigue todo antes de que su enfermedad acabe con ella.
Valiente personaje el de Ann por enfrentarse a algo así prácticamente sola, ya que nadie la puede ayudar, siendo su médico su único confidente.

Si por algo se caracteriza Isabel Coixet es por su visión minimalista y detallista de la vida. Repara, tal vez demasiado, en esos detalles de la vida que pasan desapercibidos haciendo de ellos un mundo aparte.

En este film podemos observar ciertas similitudes con su anterior trabajo Cosas que nunca te dije (1995). Se repite el nombre de la protagonista y la escena de la lavandería. Parece que esta película fuera una pre versión a la definitiva al film que ahora nos ocupa.

Cabe destacar que la protagonista escucha una cinta de japonés en el coche, lo cual es el precedente de Mapa de los sonidos de Tokio (2009), donde nos muestra abiertamente su pasión por el mundo japonés.

La siguiente película que realizara tras Mi vida sin mi será La vida secreta de las palabras (2005), en la que volverá a contar con la interpretación de Sarah Polley y Tim Robbins.

Una visión profunda y poética de una muerte anunciada.



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